Adorado sea el Santísimo Sacramento - Ave María Purísima

Adoración Nocturna Española
Diócesis de León

En recuerdo de D. Manuel Viñayo

Buenas noches D. Manuel. Hasta el mes que viene. Tenga cuidado, abríguese. Cierre, cierre la puerta que aquí fuera hace mucho frio. A la paz de Dios, solía contestar. Esto era una despedida típica de invierno al final de un turno de adoración ante el Santísimo. Nada hacía presagiar el desenlace. Ningún indicio existía que indicara, siquiera fuera someramente, que nos iba a abandonar. Y sin embargo ocurrió. Era la voluntad de Dios. “No sabéis ni el día ni la hora”. Nunca estas palabras del Señor nos han afectado tanto. Nunca es tarde para aprender prácticamente lo que creíamos que ya sabíamos. Esta vivencia nos vendrá muy bien. “Estar preparados”.

Sin embargo, pensando en términos humanos y buscando un acomodo al suceso, debemos convenir que D. Manuel echaba en falta a D. Antonio. Y, porqué no, D. Antonio debería estar “algo incómodo” allá arriba sin D. Manuel. Siempre juntos, apoyándose mutuamente el uno en el otro. Quizás por ello el Señor haya querido recompensarles y continuar en el cielo, sin innecesarias demoras, lo que siempre habían hecho en la tierra. Siempre juntos al servicio de Dios y los hermanos.

D. Manuel ha sido para los miembros de nuestro turno un pastor y un padre, sabiendo compaginar perfectamente ambas actitudes. Cercano, amable, prudente, orientador, muy abierto, aunque, quizás, en los últimos meses algo más conservador. Los acontecimientos mandan y, entendemos, el espíritu se sobrecoge. No va a ser nada fácil prescindir de su presencia mensual y, mucho menos, de sus palabras plasmadas en sus aportaciones, consejos y orientaciones. Estábamos adaptados a él y esperábamos cada día once sus palabras encaminadas a resolver nuestras necesidades espirituales. Seguramente, de alguna forma, también él nos necesitaba y, como ya nos tenía tomada la medida, aplicaba en cada caso el remedio correspondiente.

Ahora se habrá encontrado, entre otros muchos, con los compañeros de turno que nos han precedido en el camino hacia la casa del Padre. Que todos ellos nos protejan.

D. Manuel, muchas, muchas gracias. Nunca podremos agradecerle bastante lo que Vd. se ha preocupado por nosotros. Ahora, con más razón que nunca y ya que puede, no nos deje solos porque no iríamos muy lejos.